Cómo educar un Dogo Argentino

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Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre. Nosotros decimos que contar con un dogo argentino educado es como tener un amigo súper fiel y un guardaespaldas de primera categoría.

Desde sociabilizar sin miedos hasta enseñarle a obedecernos, aquí vamos a aprender todos los secretos de la convivencia con un dogo. ¿Empezamos?

Collar de perro, fundamental para su educación

Educación por etapas

Si bien el dogo argentino tiene sus características particulares frente al sinfín de razas existentes, su educación canina se puede efectuar a partir de la base de los mismos principios que se utilizan para cualquier otra raza.

Claro que existen luego ciertos detalles particulares a tener en cuenta si el objetivo de tener un dogo argentino es como asistente de caza. Dicho de otro modo: Además de educarlo se le debe enseñar a cazar.

Pero primero veamos las diferentes acciones que se pueden realizar para educar al dogo como una primera instancia necesaria.

Recién nacido

Cachorros de dogo argentino recién nacidos
Tres adorables recién nacidos.

Durante la etapa de recién nacido (los primeros 2 meses) lo ideal es que el cachorro esté con su madre, ya que ésta será quien le enseñe distintos comportamientos sociables, el modo de morder y de relacionarse con sus pares.

Ella será la responsable en este momento de la educación del cachorro de dogo, el dueño sólo debe dejarlo a su resguardo.

Cachorro

Una vez que ha transcurrido su período de recién nacido, la etapa de cachorro que comprende entre los 2 a 4-5 meses de vida, es fundamental que el can sea introducido a un sinfín de estímulos sociables.

Lo ideal es presentarle perros de todo tipo, tamaño y razas con los cuales pueda relacionarse, jugar y sociablizar; así también como seres humanos de distinto género, características y tamaño.

De esta manera, el dogo podrá ir acostumbrándose a interactuar con distintos agentes sociales desde pequeño, haciendo que en la adultez la sociabilización sea un comportamiento automático y natural, en vez de una fuente de miedo y desconfianza.

Pero la educación del dogo no debe quedar ahí. También es importante introducirlo a distintas vivencias. Por ejemplo:

  • Que pasee por la mayor cantidad posible de superfices. Resbalosas, rugosas, irregulares… De todo tipo de texturas.
  • Que aprenda a subir y bajar escaleras

Si en esta etapa no tiene muchas vivencias que luego de grande puedan ser tomadas como naturales, lo que sucederá es que de grande será un perro más inseguro capaz de reaccionar de manera impredecible a las diferentes situaciones que se le presentan de adulto y que no vivió de pequeño.

Juventud

A medida que va creciendo y a partir de los 6 meses de vida, es importante introducir paseos regulares de calidad.

Los paseos de calidad significa que sean paseos en los que:

  • Camine sin tirar de la correa
  • Que pueda tener su tiempo para olfatear el entorno por el cual va caminando y/o por el cual se frenan a descansar (no olvidemos que para los perros el olfato es muy, muy importante)
  • Que puedan tener un pequeño momento en el cual se les desengancha la correa y ser libres para moverse cerca de su dueño
  • Que puedan contar con la posibilidad de sociabilizar con otros perros

No es algo sencillo de lograr pero es importante llevarlo de a poco para que luego de varias semanas de entrenamiento lo logremos.

Dogo argentino echado
Listo para la actividad.

Luego, para ir generando un vínculo y un sistema de comunicación con el animal, es importante que progresivamente le vayamos enseñando nuevos comportamientos y distints normas de obediencia.

Lo importante es empezar con cosas pequeñas, como por ejemplo que se siente y luego vuelva a pararse, que se eche en el suelo, que se quede quieto y espere a una orden para poder moverse nuevamente, etc.

Si en un principio el dogo no realiza la acción que queremos que realice, sólo debemos acompañar sutilmente su cuerpo para que lo haga.

Por ejemplo: Si le decimos “siéntate” pero no se sienta, no repitamos permanentemente la palabra, sino que lo agarremos y lo sentemos amablemente. De ese modo entenderá qué es lo que le estamos pidiendo con esa palabra.

Cualquier tipo de norma sencilla que pueda ir generando una sinergía positiva con el dogo será suficiente.

A partir de ello podemos progresivamente ir creando normativas claras de comportamiento para el perro en el día a día. Es fundamental que seamos consistentes con estas normas. Esto es, que no suceda que un día le prohibimos algo y lo educamos para ello, para al otro día enseñarle que está aceptado y que debe hacerlo.

Con normas consistentes, va a contar con estabilidad y parámetros claros de lo que puede hacer y no puede hacer.

¡MUY IMPORTANTE!

El método de enseñanza es el de refuerzo positivo. ¿Qué quiere decir esto?

Que cada acción que realice el perro (y que queremos que la realice) debemos premiarla. Preferentemente con una pepita de alimento balanceado.

Lo mismo para cuando logramos evitar las acciones que queremos que no haga. Cuando logramos que en el momento no las realice, debemos reforzar ese comportamiento con un premio.

También funciona ignorar al dogo cuando hace un comportamiento inadecuado. De esa forma le hacemos saber que no recibirá nada a cambio de ese comportamiento.

Mucha gente tiene la idea de que para que un perro le obedezca tiene que ser autoritario y dominante constantemente. La verdad es que no hay nada más alejado de la realidad.

Regañarlo es un error común. Y contraproducente. Si se prueba todo tipo de regaños, el perro no entenderá qué es lo que se quiere.