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Cómo comenzó esta historia
La raza del dogo argentino es una raza fabricada intencionalmente por su creador, el Dr. Antonio Nores Martínez. Por eso es que la historia de este tipo de canes está estrechamente vinculada con la historia del doctor y sus diferentes objetivos a la hora de crear este tipo de perros.
Antonio nació en el año 1907 en la ciudad de Córdoba, provincia del mismo nombre, de la nación Argentina. Desde pequeño fue introducido en la actividad de la caza en el monte argentino, actividad que constituiría una de sus pasiones, además de la medicina, ya que era médico cirujano.
Durante el ejercicio de la actividad de caza, fue surgiendo en él un interés por tener un compañero fiel que pudiera servirle de apoyo fundamental y, especialmente, de agarre para las presas.
Es con este objetivo entonces que comienza a pensar en crear una nueva raza. Siendo éste un trabajo dificultoso y extenso en el tiempo, el interrogante que cualquiera podría hacerse sería el de pensar por qué Antonio no se decidió por entrenar a algun perro de alguna de las tantas razas existentes en el mundo en ese momento.
Gestación
Lo que sucedía es que una de las razas con importante popularidad para la caza en la región cordobesa era el perro de pelea cordobés (raza que en la actualidad está extinta) pero esta raza tenía como característica fundamental el hecho de ser muy violenta, llegando incluso a extremos tales como el de preferir la pelea al apareamiento entre ejemplares macho y hembra de la misma especie (uno de los tantos motivos por el cual la raza se extinguió, por ejemplo.
Entonces, el doctor buscaba un perro más confiable y con características iguales de feroces pero más sociable y amigable con las diferentes especies. Así nació el proyecto de crear el dogo argentino.
Para este objetivo, Nores Martínez, asistido por sus familiares, buscó seleccionar mediante la crianza las cualidades más importantes del perro de pelea cordobés (orginalmente una raza con mixturas de distintas razas europeas) e introduciendo variantes mediante cruzas con razas españolas (el alano español y el mastín español) para aumentar el tamaño y volúmen del futuro dogo argentino.
El proceso de selección y crianza no fue para nada sencillo, ya que en las sucesivas generaciones de la raza emergente también se introdujo genética tanto del bull terrier como del mastín del pirineo.
Casta araucana
El éxito en la creación de la raza fue paulatino, para culminar en la decimotercera o decimocuarta generación con un perro blanco, el dogo argentino. Pero esta primera casta del dogo era una casta hecha para combate. Nació así la casta Araucana, la primera de la línea de descendencia de la raza propiamente dicha, alrededor de los últimos años de la década de 1920.
La popularidad del dogo argentino iba en creciente aumento en los círculos de pelea perruna, ya que gracias a sus características feroces heredadas del perro cordobés de pelea como a su mayor tamaño y volúmen ganado mediante las diferencias cruzas y combinaciones genéticas, eran la raza con mayor efectividad de victoria en las peleas. Raro era que un dogo argentino perdiera un combate.
Progresivamente en el mundo la violencia animal fue generando rechazo y, consecuentemente, las peleas entre animales fueron prohibiéndose. Esto hizo que Antonio buscara perfeccionar la raza de manera adaptativa para la actividad de la caza, ya que una de sus intenciones era conseguir el reconocimiento y legalización del dogo argentino y, como perro de combate, sería difícil.
Concretamente, necesitaba que el dogo fuera capaz de atrapar una presa en jauría pero que también fuera capaz de mantenerse firme y agarrado a una presa en solitario si así se presentaba la oportunidad en el campo.
La casta araucana contaba con varios puntos negativos en ese sentido, ya que eran perros muy pesados, con un componente de violencia innata en su carácter y con un olfato deficiente para el rastreo de presas.
Casta guaraní
Introduciendo líneas de la raza Pointer a la casta araucana fue perfeccionando el animal hasta dar con la nueva casta de dogo argentino: La casta guaraní.
Ésta conservaba las cualidades positivas de la casta araucana (su ferocidad, tenacidad y contextura) pero mejoraba muchísimo las cualidades de socialización (hasta el punto de hacerlo un perro amistoso), la agilidad, el olfato y su uso, y la resistencia en actividad.
Para el año 1947, la raza ya estaba creada y estabilizada. Nores Martínez la presenta entonces en el Club de Cazadores de la Ciudad de Buenos Aires y define su estándar.
Pero en 1957, el avance de la aceptación de la raza sufre un duro revés. Antonio muere asesinado por asaltantes en un confuso episodio mientras estaba en una excursión de caza.
Quién tomó la posta para continuar con la aceptación nacional y mundial de la raza, con la contagiosa pasión de Antonio y visible esfuerzo individual, fue Agustín Nores Martínez, el hermano del primero.
Oficialización de la raza
Transcurrieron varios años hasta 1964, fecha para la cual fue oficializada la raza como tal por la Federación Cinológica Argentina y por la Sociedad Rural Argentina.
Éstas insituciones, además del reconocimiento, abrieron también el registro genealógico de la misma, para ir registrando las sucesivas purezas y mutaciones, e ir dando lugar a un banco de datos confiable de la raza.
Si bien la raza estaba asentada en Argentina, el resto del mundo aún no reconocía al dogo argentino como una raza propiamente dicha.
Pasaron casi diez años, concretamente en el año 1973, para que la Federación Cinológica Internacional reconociera a la creación de Nores Martinez como una raza propiamente dicha para convertirse en el “Dogo Argentino” propiamente, la raza que hoy se conoce y se cría en distintos rincones del mundo.