El perro polar argentino fue una raza de perros creada con un objetivo específico y utilidad de trabajo en el continente antártico. Es por eso que, además de ser creado por argentinos, esta raza está estrechamente ligada con la historia del país y su exploración en el territorio de la Antártida Argentina. 

Hoy día es una raza extinta que tuvo vida durante un corto período de tiempo (un poco más de tres décadas, para ser exactos). Así como por motivos políticos fue creada en su momento, también por motivos de la misma índole fue que se dió su mencionada extinción. 

Recorreremos entonces la rica historia de la raza para poder conocer en profundidad cómo fue creada y cuáles fueron sus hitos a lo largo de su breve vida.

¿Quién creó el perro polar argentino?

El perro polar argentino fue creado por el Teniente Coronel del Ejército Argentino Hernán Pujato, buscando encontrar en esta raza un medio confiable para poder recorrer en trineo la Antártida Argentina y afianzar los derechos del país en el territorio.

Porque, recordemos, la Antártida como continente comenzó a tener atención verdadera por parte de los exploradores recién a fines del siglo XIX. Era en estos tiempos que los primeros europeos se vieron impulsados por la necesidad de reconocer y conquistar territorios en el continente y la mayoría de las expediciones fueron realizadas con trineos tirados por perros. 

Buscando emular a los predecesores europeos es entonces que Pujato, previa autorización del Gobierno Argentino, realiza viajes a Estados Unidos y Canadá con el fin de entrenarse para expediciones polares y, al mismo tiempo, adquirir ejemplares de perros polares que serían las bases para el futuro perro polar argentino. 

Así fue que, durante el diseño del “Plan Antártico” de Pujato, mediante entrecruzamientos de los mencionados perros polares de las razas Husky Siberiano, Alaskan Malamute, Groenlandés y Spitz Manchuriano en los años de la década de 1950, se fue perfilando una variedad de perro polar autóctono, nacido y criado en las Bases Argentinas, que no podía encasillarse en las razas ascendentes sino que era algo novedoso.

De esta manera, el nuevo perro polar argentino encajaba perfectamente en los planes del Ejército Argentino y del Plan Antártico. Constituían un valioso activo que les permitía a los primeros desplazarse por el terreno con rapidez, bajo costo y de manera segura. Pero, además de ser capaces de arrastrar cargas pesadas por largas distancias y ser fácil de criar y mantener, también ofrecían la posibilidad de convertirse en alimento para los efectivos del ejército si se encontraban con condiciones muy extremas.

Incluso, en las primeras expediciones al polo se habían enfrentado a la necesidad de consumir animales que formaban parte del equipo original, por lo que no era algo inaudito.

Poncho, el Perro Polar Argentino más destacado

De entre todos los ejemplares de los perros polares argentinos que habitaban la Antártida del mencionado país, el más reconocido es sin dudas el llamado “Poncho”. Nació el 10 de abril de 1961, hijo de sus padres Coca y Flecha. 

Desde un principio destacó por ser el cachorro más agudo de la camada y dentro de sus hazañas iniciales se contaba, por ejemplo, haber completado todo el entrenamiento para ser un perro de tiro en tan solo 10 días.

Pero los motivos de ser un perro tan reconocido dentro de la raza son múltiples. Quizás el más interesante sea aquel que dice que Poncho era capaz de avisar a los exploradores que existían grietas ocultas en el hielo por donde transitaban, evitándoles accidentes y catástrofes en potencia.

O también aquella historia en la que se cuenta que este perro fue quien guió de manera exitosa a un equipo de rescate hasta los sobrevivientes de un accidente de aviación, quienes fueron rescatados y puestos a salvo en su totalidad.

Citamos también aquí otra hazaña espectacular de Poncho y dos de sus compañeros perrunos polares argentinos, relatada en el libro de Emilio Urruty, “Poncho, La legendaria vida de un perro polar argentino”.

Como parte de la ejercitación de un operativo de emergencia, tres perros polares son lanzados en paracaídas, en la Antártida, desde un  helicóptero del rompehielos “San Martín”. Se trataba de Poncho, un legendario integrante de misiones antárticas, Pato y Bucky, que participarían de “un ejercicio de búsqueda y rescate, a unos 30 kilómetros al sur de la Base “General Belgrano”. Además de los tres perros, se lanzaría un trineo desarmable, víveres y elementos de supervivencia. Y, desde otro helicóptero, unos minutos antes, saltarían dos oficiales”

En los momentos previos, se encontraba “envuelto en un incómodo arnés, que no era ni similar a los que solía utilizar para el trineo, Poncho se sentía ahora bastante inquieto. Gimió tímidamente. El suboficial que estaba a cargo de lanzar a los perros, que sentía un afecto especial por Poncho (habían vivido varias aventuras juntos), tenía la mano sobre su lomo. Lo miró y le sonrió. Tomándole la cabeza suavemente con ambas manos, le dijo en voz muy alta: “¡Hoy es tu gran día, Poncho!” (…) iba a saltar desde una aeronave a relativa altitud, con un paracaídas que había sido adaptado para su cuerpo”.

Aunque existían experiencias en otros lugares, sobre todo en medio de enfrentamientos bélicos, “Nunca en la historia de nuestra Antártida se había hecho algo así”.

“De repente, la puerta del aparato fue abierta y el aire helado entró con fuerza. El suboficial a cargo (…) cumplió con su parte: perros y equipaje salieron lanzados hacia el vacío. 

 Durante el descenso, instintivamente los animales movían sus patas con el clásico movimiento de nadar “estilo perrito”. Al fin, llegaron a tierra (en realidad, al hielo) y sacudiendo la cola de alegría se reunieron con los hombres. En minutos, se ensambló el trineo, que fue cargado con los víveres y los elementos de supervivencia. Luego se armó el tiro de perros, con Poncho a la cabeza, y partieron. Iban al rescate de una patrulla perdida, a la que rescataron con éxito. Todos se encontraban de regreso en la Base “Belgrano” esa misma noche”. “

Todas estas anécdotas sin dudas dan cuenta de un perro muy querido por los integrantes del ejército. Tanto es así que cuando se decretó el retiro de la raza de la porción del polo sur perteneciente a la Argentina, Poncho fue a vivir con uno de sus compañeros humanos de patrulla, dueño de un hotel en Ushuaia llamado ni más ni menos que Antártida, en honor al continente.

Características del perro polar argentino

Las características de los perros polares argentinos obedecían a dos factores fundamentales: Ambiente y funcionalidad. 

Al ser perros polares, obviamente una de sus principales características era la de poder soportar bajas temperaturas extremas. Para poder lograr esto, la raza contaba, primeramente, con una capa de grasa natural adiposa de 2 centímetros de espesor que los protegía del clima. Pero, a su vez y de acuerdo a expertos veterinarios, también contaban con una triple capa de pelaje especialmente adaptado a las condiciones climáticas.

Esa triple capa estaba compuesta por un pelo principal, simple, largo, como capa externa y dos subcapas compuestas por pelos secundarios e interiores, más cercanos al cuerpo como barrera protectora contra la temperatura más eficaz. 

Gracias a este diseño particular del pelaje y capas del cuerpo de la raza, los perros polares argentinos podían soportar las temperatura de la Antártida que normalmente a la intemperie suele estar en los -70 °C.

Tan protegidos estaban estos perros contra el frío que incluso una anécdota documentada y famosa ilustra la capacidad de excelencia que tenía la raza para soportar estas bajas temperaturas: En un día que se registró un récord mundial de baja temperatura, marcando en los -89,3 °C, un grupo de oficiales del Ejército Argentino visitaba la base soviética Vostok y fuera de la base quedaron los perros polares argentinos que habían llevado con ellos esperando sin problemas ni inconvenientes.

A estas características corporales y pelaje de la raza, complementamos con el dato de que el color (o colores) de los perros polares argentinos solía ser mezclado, generalmente con el blanco como base y luego partes negras y/o marrón claro. Incluso había casos en los cuales los diferentes colores se presentaban más como manchas que como mezcla específica.

Ahora bien, resta adentrarnos en las características respectivas a la funcionalidad que esta raza conformaba para sus creadores.

En ese sentido, los perros eran corpulentos, considerados perros grandes de aproximadamente 60 kg. con estaturas similares a los Husky. Gracias a esa corpulencia, las versiones difieren, pero se dice que entre diez u once perros polares argentinos podían arrastrar una tonelada de carga en trineo por unas 6 horas a una velocidad de 50 km/h y con muy poco descanso.

Claramente su capacidad era imprescindible para el Ejército Argentino y su misión de exploración, reconocimiento y presencia en la Antártida. Sin dudas este medio de transporte era el principal.

Respecto a la mordida, era en tijera, con una dentadura de colmillos afilados capaces de desgarrar comida cruda (fundamental para las condiciones extremas del polo sur) y desgarrar cualquier obstáculo en su camino. Aunque tenían esa capacidad de mordida, su temperamento era amigable y eran fáciles de mantener sin inconvenientes en un ámbito amigable entre seres humanos.

¿Cuándo se extinguió el perro polar argentino?

Una raza como la del perro polar argentino, creada y desarrollada en la Antártida Argentina con funciones específicas, de repente se vió proscrita por la firma de un tratado conservacionista del medio ambiente antártico.

Fue en Madrid, en el año 1991, donde se reunieron los países que anteriormente habían firmado el Tratado Antártico para definir ciertos protocolos y lineamientos respecto a cuestiones ambientales.

Así fue que nació concretamente el Tratado Antártico sobre la Protección del Medio Ambiente (TAMPA) y designó a la Antártida como una reserva natural mundial, estableciendo en su reglamentación diferentes principios y procedimientos para la conservación y protección ambiental del continente mencionado.

De esas reglamentaciones, específicamente la que estipulaba que se prohibía la inserción de especies no autóctonas en tales geografías es la que pegó de lleno al perro polar argentino, ya que una conclusión del Comité Científico de Investigación Antártica afirmaba que los perros supuestamente “contagiaban el moquillo a las focas”. Además, se mencionaba que los perros depredaban las colonias de pingüinos y portaban parásitos en su pelaje que podían perturbar el equilibrio ecológico de la Antártida.

No obstante, se ha comprobado que la enfermedad conocida moquillo canino no se transmite a las focas ni a ninguna otra especie distinta del lobo Canis lupus. Sumado a esto, la eficacia del programa de vacunación de los perros árticos argentinos se evidencia en el hecho de que, durante el lapso de implementación del Programa de Protección Animal en la Antártida (1951-1994), no se documentó ni un solo caso de moquillo en las bases argentinas ni en ninguna otra base de diferentes nacionalidades. Esto lleva a la conclusión de que la enfermedad nunca estuvo presente en el continente.

Si bien Argentina adhirió al TAMPA, al mismo tiempo no estuvo de acuerdo con la expulsión de la raza del continente. De todas maneras, debido al voto de la mayoría, accedió a retirar los perros de las bases dentro del continente.

En la misma la firma del TAMPA en 1991, se fijó como fecha límite para el retiro de la raza el día 1 de abril de 1994. Con el tiempo a su favor, Argentina decidió retirar los perros polares en dos tandas.

La primera de ellas se efectuó a finales de 1991. En esta tanda, los 22 perros polares argentinos de la Base General San Martín fueron evacuados a Mendoza, en específico a un un Destacamento de Gendarmería Nacional en la localidad de Puente del Inca.

La segunda tanda que trasladó los últimos 13 perros polares argentinos en la Antártida tuvo como destino de los mismos la ciudad de Ushuaia, en Tierra del Fuego. Allí los recibió también Gendarmería Nacional.

¿Por qué se extinguió el perro polar argentino?

Después de cuatro décadas y tres años de labor constante en la Antártida, sin ningún tipo de interacción con perros de otras procedencias, esta especie había desarrollado una falta de inmunidad natural frente a las enfermedades típicas de los caninos.

Así fue que la mayoría de los ejemplares fue muriendo rápidamente y los pocos que quedaron estaban muy lejanos entre sí o eran del mismo género como para poder buscar un apareamiento con el fin de la continuación de la raza. 

Al mismo tiempo, al ser trasladados, sus facultades para el trabajo ya no eran indispensables y el interés en la raza mermó decididamente como para hacer esfuerzos reales para su conservación. 

Todo concluyó en la paulatina difuminación de la genética de la raza entre la población canina de Tierra del Fuego hasta considerarse hoy en día extinto. 


Se podría decir que la fecha exacta de su extinción no está definida precisamente, pero que su sentencia fue dictada al momento en que debieron ser evacuados del continente donde nacieron.

Así es entonces cómo esta raza tan interesante y de ejemplares tan nobles, útiles e inteligentes pasó a la historia.